Por fin el psicópata de la Moncloa llegó a un acuerdo con el fugado y éste consintió en prestarle sus escaños para la investidura y que ambos puedan seguir detentando los respectivos puestos a los que no tienen derecho.
Ese acuerdo incluye una amnistía
que parte por la mitad el Estado de Derecho -más bien, de llevarse a cabo, lo
reduce directamente a añicos-, y contra la que está, al menos, media España. Esa
media España que se ha ido concentrando estos días ante las distintas sedes del
partido de la mano y el capullo, empezando por la principal, la que se
encuentra en el número 70 de la calle Ferraz de Madrid, gritando consignas como
Puigdemont, a prisión.
Esa sede que efectivos de la
policía nacional han blindado en los dos extremos de la manzana, de modo que los
manifestantes no pudieran aproximarse a la entrada. Cabe que la manifestación no
fuera previamente comunicada a las autoridades (otras tampoco lo fueron y las
fuerzas del orden no reaccionaron de semejante manera, como cuando los neocom
convirtieron las plazas de algunos municipios -gobernados, oh causalidad
que no casualidad, por el Partido Popular- en estercoleros), pero la impresión
que da es que el psicópata se blinda.
Y más cuando la policía nacional
-por órdenes del delegado en Madrid del desgobierno socialcomunista que tenemos
la desgracia de padecer- empleó gases lacrimógenos contra los manifestantes.
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