La izquierda, al menos en España, se considera la única legitimada (¿por sí misma?) para expedir carnés de demócrata y de tolerable.
También consideran tener el
monopolio de lo que ellos llaman la Cultura, lo que no deja de ser
tristemente irónico considerando que han sido las sucesivas leyes educativas
excretadas por la izquierda las que han llevado el nivel intelectual de las
últimas generaciones patrias a un nivel equivalente al de la fosa Challenger.
Es por ello que, dentro del mundo
del artisteo, son muy pocos los que osan sacar los pies del tiesto, y
menos cuanto más jóvenes son. Todo lo más, guardan un silencio cómplice o dicen
que en ese tema no se meten. Hay excepciones, claro, pero suele ser gente que,
como Nacho Cano o Miguel Bosé, están de vuelta de casi todo.
Por eso es muy de agradecer que
existen casos como el de una tal Vico (por lo visto, una cantante), que cometió
la imperdonable (para la izquierda) osadía de no poner por las nubes al
psicópata de la Moncloa ni por los suelos a la presidente de la comunidad de
Madrid, Isabel Dìaz-Ayuso.
Naturalmente, las hienas izquierdistas
empezaron a rebuznar en redes sociales, llamándola de todo menos bonita. Lo cual
demuestra que la situación les había hecho pupa.
Y mucha.
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