Si ha habido un futbolista sobrevalorado en lo que va de siglo, ese ha sido el enano hormonado. Según algunos, el mejor jugador que ha habido, hay y habrá nunca.
Entendámonos, no es que al argentino
le falte talento: al contrario, lo tiene, y a espuertas. Pero ha habido tres
factores para que, a nivel de clubes, lo haya ganado casi todo: el hecho de que
recibiera tratamiento con (que se sepa) hormona del crecimiento, el tener a la
mejor generación del Farça jugando exclusivamente para él… y la
protección de los estamentos oficiales, ya fueran arbitrarles o federativos, españoles
o europeos.
A nivel de selección, la cosa era
diferente: fracasaba vez tras vez, en competiciones continentales o en los
mundiales. Y es que, por muy bueno que fuera, un jugador solo no puede ganar un
campeonato.
Por la misma razón, varios de los
galardones recibidos se los dieron por ser quien es. El Balón de Oro del
año 2.010, por ejemplo, que debería haber ido al charnego repelente o al
manchego acomplejado que, además de haber ganado los mismos trofeos que
el con su club, habían ganado el mundial. O el de este último año, en el que,
precisamente, sólo ha ganado el mundial (y de aquella manera, si hacemos caso a
Van Gaal).
Que se lo den hasta que se retire
y acabamos antes. O a perpetuidad
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