Mi padre detesta a las urracas. Yo, en cambio no puedo soportar a las palomas, verdaderas ratas con alas, unos bichos asquerosos y más chulos que un ocho, que no se apartan ni aunque amenaces con patearlas y a las que he visto cruzar una calle de varios carriles por sentido ¡a pie!, y no precisamente por un paso de cebra.
Y como por ahí andan los animatontos,
por otro nombre ecologistas coñazo, no nos vamos a librar de esta plaga,
a la que se ha unido la de las cotorras argentinas, otras que tal bailan.
A estacazos, arreglaba esto yo. Y no sólo a las aves…
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