Es un chiste recurrente el que, cuando se denomina como hijos de puta a terroristas o separatistas, el gremio de meretrices, peripatéticas y demás practicantes del llamado oficio más viejo del mundo se supone que protesta airadamente, señalando que ellas para nada tienen lazos de consanguinidad con los mentados miserables.
Algo así pensé yo cuando leí que
las prostitutas habían recurrido -esta vez de verdad- al ninistro de Consumo
por el cierre de las páginas de contactos, lo que les habría dejado sin una de
sus fuentes de obtención de clientes.
Y es que, pensé yo, llamar a los comunistas hijos de puta no es hacer una referencia a su filiación, sino a su maldad intrínseca.
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