martes, 21 de noviembre de 2023

Reflexiones atemporales CLXXXII – Retoques ¿para qué?

Nunca he entendido demasiado los retoques estéticos que no sean por una necesidad real. Es decir, si tienes algo que te desfigura objetivamente, entiendo que recurras a la cirugía. Pero hacerlo por motivos puramente cosméticos me parece un sinsentido.

Esta reflexión surgió a raíz de una entrevista que el suplemento dominical del ABC publicaba el 5 de Noviembre. La entrevistada era la artista estadounidense Cher, y el párrafo inicial decía -muy suavemente, a mi parecer- que hay evidencia quirúrgica en su rostro.

No sólo en su rostro, pensé. Porque cuando uno miraba las fotos, te das cuenta de que habían sido retocadas. Y es que, por muchos estiramientos que te hagas en la cara, por muchos implantes que te pongas en los pechos, hay algo que no puedes disimular, y son las manos. Y las manos de Cher lucían como las de una mujer con la mitad de su edad.

Esto es algo que aprendí viendo Gringo viejo, película de 1.989 en la que interviene Jane Fonda, por aquel entonces con medio siglo cumplido. En cierto momento, hay un desnudo frontal de cintura para arriba en la que la hija de Henry Fonda exhibe un cuerpo que ya quisieran mujeres con la mitad de su edad. Sin embargo, un detalle la traicionaba, y ese detalle eran las manos, que eran las de alguien de cincuenta años.

Treinta años después, la cosa ha ido a peor: Hanoi Jane se ha operado tanto la cara que resulta inexpresiva. Le ocurre como a Dolly Parton, que parece que, de sonreír, les va a pasar lo mismo que al personaje de Charles Chaplin en Un rey en Nueva York: que se les van a saltar los puntos.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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