sábado, 21 de marzo de 2020

Coronavirus (11)

Las noticias sobre el COVID-19 se producen a tal velocidad que ya tengo materia para hoy y para dos días más. Hoy hablaré de un rasgo que parece común a buena parte de los españoles. Y no, no me refiero a la costumbre de hacer chistes de casi todo -costumbre muy sana, por otra parte-, sino a la estupidez congénita, con sus variantes de desfachatez galopante o insensibilidad criminal. Cuatro casos aparecieron en la prensa hace un par de días.
El primero fue el de un jefe de la policía regional catalana. Mal está que la gente se salte las restricciones impuestas por el estado de alarma; pero que lo haga un miembro de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, que son a un tiempo los encargados de dar ejemplo y de hacer cumplir esas restricciones ya pasa de castaño oscuro. Y no es que estuviera yendo a visitar a alguien, no: el muy cretino estaba practicando deporte. Eso sí, sus superiores no le han multado, ni abierto expediente, ni nada: se han limitado a amonestarle verbalmente. Se ve que, aunque todos somos iguales, algunos son más iguales que otros.
El segundo, un reportaje que apareció en Vanity Fair, relativo al Palacio de La Moncloa. Evidentemente, es probable que la publicación del reportaje estuviera prevista desde mucho antes, y que sólo una desafortunada casualidad haya hecho que la revista lo haya sacado en estos días -pero no me digas que desde Moncloa no podían haber pedido que se retrasara un poco la cosa... hasta el siglo que viene, por ejemplo) donde no todos tenemos metros y metros cuadrados (y medios de sobra) para pasar la cuarentena, a pesar de que la señora de Sin vocales dijera hace años que ojalá pudieran quedarse en su piso de 80 metros en una urbanización con piscina comunitaria. Pero no sé qué les pasa a los progres, que en cuanto tocan poder se les quitan las ganas de seguir viviendo en su piso de toda la vida… Bueno, vale, sí que lo sé, porque lo primero que hicieron las ministras del primer gabinete de Rodríguez fue posar, envueltas en trapitos de lujo, en Vogue, otra publicación dirigida a un público humilde.
El tercero, para demostrar que la estupidez no conoce de barrios, es una alcaldesa del Partido Popular (de la valenciana localidad de Massalavés), que cerveza en mano se saltó la cuerentena. Como en el caso de su vecino de algo más al Norte, se ha descartado represaliarla. ¿La excusa de los juerguistas a los que se unión la primera edil? Que se trataba de un día muy especial para los falleros, y por eso hemos decidido bajar unos vecinos y poner música, algo totalmente desafortunado. Totalmente desafortunado, no: algo rayano en la negligencia criminal.
El último fue el de una fiesta ilegal (ilegal incluso en condiciones normales, así que en éstas, ni te cuento) en un hotel de Leganés. Cuando las patrullas llegaron al local se encontraron con restos de comida caliente, vasos de bebida aún con hielos en su interior, un fuerte olor a tabaco y más de 20 gramos de cocaína (colocados en tres bandejas y lista para consumir), además de recipientes para el almacenamiento de drogas líquidas.
Qué razón tenía Einstein cuando habló de la infinitud de la estupidez humana.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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