Hace
unos días tuve que improvisar una entrada del blog porque me había dejado el stick… en un lugar lejos del ordenador
desde el que tenía que escribir y subir las entradas. Como consecuencia, el
tema que estaba programado para ese día tuvo que ser relegado al final de la
cola (cosa de mes y medio), porque el correr todos los temas un día (recordad,
mi archivo es de Word) iba a ser un coñ… peñazo.
Sin
embargo, me he encontrado con que los temas de dos días consecutivos (el de hoy
y el del que sería mañana) resultan complementarios y tiene cierto sentido que
aparezcan en la misma entrada. Resultado: que el tema pospuesto aparecerá
mañana. Ahora, vamos a lo que vamos.
El
siete de Febrero pasado saltaba la noticia de que los anticapitalistas de Teresa Rodríguez se planteaban abandonar Podemos. Es decir, que el llamado sector crítico de la franquicia andaluza de
los neocom se planteaba hacer la
guerra por su cuenta, con una nueva formación. Uno (ese uno es un servidor,
claro) no sabe si semejante idea responde a personalismos, es decir, a una
lucha de egos –que seguro que la hay- entre Junior
y el dúo Kichi-Rodríguez (otros
que van camino de ser familia numerosa), o bien a que los del Sur de
Despeñaperros piensan que el barco morado se está hundiendo y es momento de
abandonarlo (o, como suelo decir, que el poder es el aglutinante más poderoso,
y que cuando decae la armazón se resiente).
Por
otro lado, apenas tres días después el titular era que España Suma (esto es, PP
y Ciudadanos unidos) empataría con el PSOE, y que el centroderecha superaría a la izquierda pese a la bajada de Vox. Esto es importante, desde luego, pero en
la presente coyuntura histórica de la milenaria piel de toro ya no basta con
superar a la izquierda. Dado que ésta tiene aliados (coyunturales e
interesados, quizá, pero aliados al fin y al cabo), y ni unos ni otros tienen
el más mínimo de los escrúpulos en hacer lo que sea, lo necesario es alcanzar
la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados –la cámara parlamentaria
que importa, en la mayoría de los casos-, o al menos quedarse lo
suficientemente cerca como para que los enemigos de España, coaligados,
devengan impotentes.
Porque
no conviene olvidar la contrapartida del adagio latino que titula esta entrada:
la unión hace la fuerza.
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