Hace
mes y medio, lo que estaba en el candelabro de la actualidad era la
visita de la número dos bolivariana a España, su entrevista -o no, o
puede, o algo así pero no- con el ministro de Transportes y demás (¿por qué
cambiarle el nombre a Fomento, con lo fácil que era de recordar?), y la cadena
de mentiras -puesto que las distintas explicaciones resultan contradictorias,
sólo una de ellas, como mucho, puede ser verdad, con lo que las demás son
falsas-, rectificaciones y versiones alternativas que los distintos miembros
del Gobierno fueron soltando para intentar explicar el pufo.
Después
de desvelar que el Gobierno español presionó (en mi opinión, presiona quien puede,
no quien quiere, y la capacidad de presión del gabinete Snchz es nula) a
otros líderes europeos para que tampoco recibieran a Guaidó y fracasó
(lo que confirma lo dicho en mi paréntesis), la portavoz popular en el
Congreso pidió explicaciones al susodicho.
El
ministro de Transportes no contestó directamente, sino que intentó dar una
larga cambiada, y dijo:
Mi tono es burocrático, los burócratas suelen ser gente modesta, sencilla. Su tono es de alcurnia, de una soberbia que ni siquiera tiene necesidad de impostar, es natural, le viene de origen. El origen nos determina, nos acompaña siempre.
Lo
que no entiendo es cómo Álvarez de Toledo, inteligente como es, no le respondió
en plan de acuerdo, usted es un burócrata y yo una aristócrata… Ahora,
¿quiere contestar a la pregunta?
Eso, por no decir que se puede sacar al burócrata de la mierda, pero que resulta imposible sacar a la mierda del burócrata. Pero claro, yo no me debo a la cortesía parlamentaria... sea eso lo que sea.
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