Hace
tiempo dije en Facebook -y luego he repetido, básicamente en este blog- que la
coincidencia de un socialista de la verdad, si se produce, es por error o
casualidad. Bueno, en realidad creo que aquellas no fueron exactamente mis
palabras, pero la idea era esa. Por otra parte, de lo que sí estoy seguro era
de que se referían al hijo de P, embustero acreditado durante varias décadas y
en varios gobiernos.
El
problema con los socialistas españoles es, pues, que han hecho de la mentira
casi una forma de vida. Algo que ha sido llevado al paroxismo bajo la égida de Sin
vocales, perito en decir ahora una cosa y dentro de cinco minutos la
contraria si ello cree que le puede reportar algún tipo de beneficio inmediato
-Pdr Snchz es un cortoplacista absoluto-, por mínimo que sea. Por lo
tanto, hay que poner en cuarentena (cachis con la palabrita) todo lo que digan,
aunque parezca coincidir con la realidad.
Tomemos
el caso de la egabrense que ocupa el segundo puesto en la jerarquía del Gobierno,
esa que, siendo ministra de Cultura -no, no voy a mencionar que ella misma
dijera que por las mañanas hablaba (por teléfono) en bragas con (creo) los
alcaldes-, demostró que no sabía una miaja siquiera de latín (esa lengua tan
útil para, como se puso de manifiesto en sede parlamentaria en tiempos del
franquismo, el gentilicio de su localidad de origen sea el que es, y no otro…
mucho más sonoro).
Hace
sólo un par de días se supo que había sido ingresada por un problema de salud. Ingresada,
no en un centro público, sino en una clínica privada. Aquí conviene decir que,
a diferencia de ellos (ellos son los retroprogres, claro), un
servidor no tiene nada, ni a favor ni en contra, de la sanidad privada… pero,
al menos, no voy pontificando a favor de la sanidad pública para luego, cuando
la cosa de pone de color culo de hormiga, largarme cagando leches a un centro
privado. Prosigo.
Al
día siguiente por la mañana, el Gobierno no informó sobre el resultado de los análisis
practicados a quien era la quinta infectada de la cabecera de la manifestación
que el infausto ocho de Marzo pasado tuvo lugar en Madrid, y pidió respeto
y guardar la discreción debida. A lo que yo digo que, siendo Carmen
Calvo una mujer pública -empleo el término, aunque resulte semánticamente inapropiado,
con toda la mala baba del mundo y parte del extranjero-, no hay ni discreción
ni leches. Su salud, y más en las circunstancias en que se encuentra España es,
como suele decirse, un asunto de interés general.
Por
la tarde, lo que decían las fuentes gubernamentales era que los análisis habían
dado negativo en coronavirus, pero que la prueba no era concluyente. Que
es como decir que no estaba mala, pero que semejante valoración no era definitiva. Ni sí ni no, ni mucho ni poco, ni para comerse el coco... yo ya te digo, una cosa normal (a ver quién pilla la referencia).
Tan
provisional era que hoy por la mañana han reconocido que la vicepresiprimer
(este apelativo me lo acabo de sacar de la manga, pero creo que lo reutilizaré
con sucesivos ordinales en otras ocasiones) ha dado positivo por coronavirus. Justicia
poética, creo que lo llaman a eso; no puedo alegrarme del mal ajeno, pero
mentiría si no reconociera que tampoco es que me apene demasiado. Eso no me
hace buena persona, pero sí humano.
Pero
lo más importante es que el Gobierno ha reconocido que mintió. Lo que ya es un
avance en un político español -no digamos ya si es de izquierdas-… y hace que
cerremos el círculo de esta entrada, enlazando con el principio.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario