Precisamente
ayer, en la entrada correspondiente al Covid-19, mencionaba que un socialista
es alguien capaz de defender simultáneamente una cosa y la contraria, afirmando
que ambas son ciertas. Y esto ocurre con independencia del nivel intelectual,
la preparación académica o el prestigio profesional del socialista en cuestión.
En
un Gobierno en el que hasta los que parecen más preparados demuestran ser un
cruce entre inútiles y pelotas, no debería habernos sorprendido, aunque lo
hizo, que la titular de Exteriores afirmara, sin que le cambiara el gesto -ya
lo hizo cuando los periodistas, desconsiderados de ellos, insistieron en seguir
preguntando sobre el tema-, que Guaidó es, a la vez y simultáneamente, presidente y líder de la oposición venezolana.
En
relación con las visitas de políticos venezolanos a nuestro país -¡qué lejana
parece la cosa, y apenas han pasado seis semanas-, el sátrapa venezolano
afirmó, entre risas, que lo hablado por Delcy Rodríguez y José Luis Ábalos era secreto,
confirmando así que algo hablaron. Mientras, en España, el PP forzó votar el
reconocimiento de Guaidó en el Congreso de los Diputados -la sede de la
soberanía popular, como suele decirse-, y el PSOE votó que no.
No
en contra de reconocerle… sino de que la votación se hiciera siquiera.
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