Hace
hoy exactamente seis semanas saltaba la noticia de que el Congreso daba luz verde a la despenalización de la eutanasia (es decir, a la tramitación de la
reforma legal que conduciría a ese resultado) con la oposición de PP y Vox.
Los
defensores de la eutanasia mantienen que es un derecho, no una obligación, y
que el que esté despenalizada no significa que se vaya a aplicar, por así
decirlo, por decreto. Los que nos oponemos a ella -entre los que se encuentran
algunos que antes la defendían- lo hacemos, bien desde la Fe -sólo Dios nos da
la vida, y sólo Él puede quitárnosla-, bien desde la experiencia de que, una
vez abierta esa caja de Pandora, es imposible volver a taparla, y que se recurre
a la mal llamada buena muerte en casos en los que no sería necesaria.
Como
persona que ha tenido conocidos y familiares cercanos con enfermedades
terminales, creo que sé de lo que hablo. Quizá el ser creyente me ayude. No lo
sé. Lo que sí sé es que, a diferencia de la viñeta de abajo, no considero ese
paso legislativo una victoria, salvo que hablemos de esa cultura de la
muerte que también patrocina el aborto.
¿Aplicaría
Sin vocales al eutanasia a su madre y a su suegro, que han dado positivo
por el coronavirus? Algo me dice que no, visto cómo ha actuado…
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