Es
en los momentos verdaderamente difíciles cuando se ve cuál es realmente el
temple de las personas.
Históricamente,
los mártires cristianos han demostrado su entereza. Entre la opción de abjurar
de su fe y salvar la vida, o mantenerse fiel a sus creencias y morir, el
martirologio está lleno de historias edificantes sobre creer en algo superior a
uno mismo.
Los
golpistas catalanes, que a menudo gustan de presentarse a sí mismos como
mártires de su causa, tienen en general una actitud muy diferente, que ha
quedado de manifiesto antes, durante y después del juicio. Del yo no sabía nada al intenté impedirlo, pasando por era
todo un mero ejercicio teórico, cuando le han visto las orejas al lobo de
la Justicia han ido, en mayor o menor medida, reculando o aceptando gracias y
favores.
Incluso
el bleferóptico con sobrepeso, que ha sido uno de los más contumaces en sus
postulados, ha aceptado un tercer grado. Otros, como una tal Dolores Bassa, a
la que no tengo el disgusto de conocer (ni ganas de hacerlo, la verdad sea
dicha), ha roto la disciplina de los presos golpistas y ha dicho que aceptaría un indulto.
Definitivamente,
ya no quedan Mandelas…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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