Que
los neocom españoles eran
paniaguados, cuando no fieles lacayos, de la narcodictadura venezolana, era
algo que no ofrecía ninguna duda. Más incertidumbres suscitaba la ambigua, por
no decir tibia, postura de los socialistas españoles, que siempre acababan
tomando la decisión correcta aunque fuera tarde, mal y a regañadientes.
Pero
con las visitas sucesivas de la número
dos del régimen y del presidente designado, las cosas han quedado más
claras. Si con la primera se incumplieron las decisiones comunitarias, que
prohibían su entrada en el espacio Schengen –al que, de momento, pertenecemos-,
con el segundo se le ha negado el pan y la sal desde las instancias
gubernamentales.
Han
tenido que ser dirigentes autonómicos –mira tú, por fin las autonomías sirven
para algo más que para colocar a amigachos-, como Isabel Díaz Ayuso –que ya dio
otra lección de dignidad democrática en la entrega de trofeos de la Supercopa
de fútbol, vistiendo como quiso a pesar de estar en medio de la opresiva y
misógina teocracia saudita-, los que hayan hecho lo que se debe hacer.
Y
que ha hecho lo correcto –algo tan simple y tan humano como ceder una casa de
la Comunidad de Madrid para que Guaidó se pudiera encontrar con su padre- lo
demuestra la reacción airada y furibunda de socialistas y comunistas.
Y
es que, con los tiranos es como con los terroristas: si no estás contra ellos,
estás con ellos.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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