Cuando Eduardo Punset dio el salto a la primera línea de la política -no en el centro del escenario, claro, sino en un papel secundario, en el sentido de que nunca fue un contendiente con posibilidades de triunfar, esto es, de llegar a la presidencia del gobierno-, protagonizó un anuncio electoral en el que, con su nasal acento catalán, decía aquello de Los españoles no nos merecemos esto, hay otra forma de hacer pol-lítica.
Dejando aparte
el hecho de que el que los españoles nos merezcamos o no esto -al fin y
al cabo, hay muchos que votan, Dios sabrá por qué, a ineptos psicópatas que
acaban dirigiendo el país, aunque sea dirigiéndolo hacia el precipicio-, en
algunas ocasiones queda demostrado que sí hay otra forma de hacer política.
Tomemos Andalucía,
por ejemplo. Durante cuatro décadas fue la izquierda la que gobernó. Resultado:
las tasas de paro, corrupción, déficit público y fracaso escolar más altas de
España, y casi de Europa. Y ello, a pesar del carro de millones, de la Expo 92
al primer tren de alta velocidad, que se vertieron al Sur de Despeñaperros.
Cuando por
fin ha gobernado la derecha, han quedado patente que, efectivamente, había otro
modo de hacer las cosas. Se ha reducido -aunque no sea lo bastante… nunca es lo
bastante- el volumen de la elefantiásica administración regional, se ha pasado
del déficit crónico al superávit en sólo un ejercicio…
Y parece que los andaluces no son del todo estúpidos, porque PP y Vox crecen en votos y escaños (es sintomático que Ciudadanos, que también está en el consejo de gobierno regional, no), mientras que la líder esa suspende como oposición.
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