martes, 5 de enero de 2021

Reflexiones atemporales XXXII: Calentamiento global

Como puede deducir cualquiera que haya leído este blog lo suficiente, mi postura en esta materia es de, digamos, escepticismo. Y no porque, como dice algún pariente progre, como creyente piense que lo que Dios hizo no puede ser malbaratado por el hombre, sino por una serie de razones que expongo a continuación.

En primer lugar, por el término elegido. Calentamiento global quiere decir que suben las temperaturas (calentamiento) en toda la tierra (global). Y esto, claramente, no es así. Sin ir más lejos, ha nevado esta Nochevieja en un punto donde hacía una docena de años que no lo hacía, algo que no parece lógico si las temperaturas suben; como escribí hace años en un grupo de Whatsapp, o como estado de ese programa, lo peor del calentamiento global es el frío de cojones que lleva aparejado.

El problema anterior podría solventarse si se añadiera el adjetivo medio. Estoy dispuesto a admitir que la temperatura media del globo está subiendo. Hasta ahí, bien; pero ¿es responsabilidad del ser humano? Ojo, que no digo que tenga que achacarse exclusivamente a las emisiones generadas por el hombre toda la responsabilidad, ni siquiera una parte mayoritaria; me basta con que sea una parte apreciable. Personalmente, el ser creyente me permite apreciar lo pequeño que es el hombre a escala, no ya cósmica, sino incluso planetaria. Francamente, no nos considero tan importantes.

Pero admitamos también que la culpa, o la responsabilidad, es del ser humano. ¿De verdad estamos abocados al apocalipsis? ¿De verdad es la cosa irreversible? Porque los expertos en la materia llevan haciendo subir el nivel del agua desde ni se sabe cuándo, y las ciudades costeras habrían desaparecido (varias veces) desde hace décadas… y nada, ahí siguen, con la península ibérica (por ejemplo) conservando su forma de piel de toro.

Hagamos una última admisión y concedamos que, como diría Fernando Savater, el milenarismo va a llegar, o que esto es el acabose. Si es así, ¿por qué se ha pillado una y otra vez a los expertos dando datos sesgados, cuando no falsos? ¿O por qué los profetas del desastre climático, tipo Albert Gore, viven de un modo -reactores privados, consumo eléctrico doméstico desmesurado- que es de todo menos ecorrespetuoso?

No hay más preguntas, señoría.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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