Como puede deducir cualquiera que haya leído este blog lo suficiente, mi postura en esta materia es de, digamos, escepticismo. Y no porque, como dice algún pariente progre, como creyente piense que lo que Dios hizo no puede ser malbaratado por el hombre, sino por una serie de razones que expongo a continuación.
En
primer lugar, por el término elegido. Calentamiento global quiere decir
que suben las temperaturas (calentamiento) en toda la tierra (global).
Y esto, claramente, no es así. Sin ir más lejos, ha nevado esta Nochevieja en un
punto donde hacía una docena de años que no lo hacía, algo que no parece lógico
si las temperaturas suben; como escribí hace años en un grupo de Whatsapp,
o como estado de ese programa, lo peor del calentamiento global es el frío de
cojones que lleva aparejado.
El
problema anterior podría solventarse si se añadiera el adjetivo medio. Estoy
dispuesto a admitir que la temperatura media del globo está subiendo. Hasta
ahí, bien; pero ¿es responsabilidad del ser humano? Ojo, que no digo que tenga que
achacarse exclusivamente a las emisiones generadas por el hombre toda la
responsabilidad, ni siquiera una parte mayoritaria; me basta con que sea una
parte apreciable. Personalmente, el ser creyente me permite apreciar lo pequeño
que es el hombre a escala, no ya cósmica, sino incluso planetaria. Francamente,
no nos considero tan importantes.
Pero
admitamos también que la culpa, o la responsabilidad, es del ser humano. ¿De
verdad estamos abocados al apocalipsis? ¿De verdad es la cosa irreversible? Porque
los expertos en la materia llevan haciendo subir el nivel del agua desde
ni se sabe cuándo, y las ciudades costeras habrían desaparecido (varias veces)
desde hace décadas… y nada, ahí siguen, con la península ibérica (por ejemplo)
conservando su forma de piel de toro.
Hagamos
una última admisión y concedamos que, como diría Fernando Savater, el
milenarismo va a llegar, o que esto es el acabose. Si es así, ¿por qué se
ha pillado una y otra vez a los expertos dando datos sesgados, cuando no
falsos? ¿O por qué los profetas del desastre climático, tipo Albert Gore, viven
de un modo -reactores privados, consumo eléctrico doméstico desmesurado- que es
de todo menos ecorrespetuoso?
No
hay más preguntas, señoría.
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