Muchas veces, el problema de algo que se ve amenazado no son los que atacan desde fuera, sino de los quintacolumnistas, acomplejados o simplemente estúpidos que lo socavan desde dentro.
Esto
ocurre, por ejemplo, con la Iglesia Católica. Por más que nuestro Señor Jesucristo
dijera que Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el
poder del infierno no la derrotará (San Mateo 16,13-20), tampoco es
cuestión de echarle una mano al maligno, que para eso ya están comunistas,
ateos, islamistas y demás patulea anticristiana.
Pero
si resulta que la iglesia manda al ostracismo (lo cual es una redacción
bastante deficiente, ya que no se mandaba a nadie al ostracismo, sino
que se le condenaba) la figura de Santiago Matamoros de la catedral de Santiago de Compostela, no es sólo que no se pretenda herir la sensibilidad de los
agarenos (sí, me estoy leyendo Sidi, y allí aparece la palabra). Es que
se está olvidando la Historia (y ya se sabe que el pueblo que olvida su historia
está condenado a repetirlo), y haciéndole el juego a los que nos cortarían la
cabeza sin pensarlo dos veces.
¡Santiago
y cierra España!
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