Esta novelita (¿cuento largo?) de Stephen King y Richard Chizmar se lee en un suspiro. No sólo porque tenga pocas páginas, sino porque el tipo de letra es grande y la estructura -capítulos cortos- ayuda bastante.
La
historia en sí tiene el típico toque de King en su variante cotidianeidad con
sólo un ligero toque fantástico. De hecho, al final uno acaba preguntándose
si todas las cosas buenas que le pasan a Gwendy se deben a la caja o habrían
acaecido igualmente si no se cruza con Richard Farris.
Y aquí está lo que para mí es el punto flaco de la obra, uno que viene siendo habitual en las obras -no en todas- más recientes de King: la manía por ligar todo con su universo de la Torre Oscura (¿es Farris un alias de Randall Flagg?), el empleo de la misma jerga (garlar). La verdad, prefería cuando las cosas encajaban de manera menos forzada, en los primeros tiempos: que el sheriff que aparecía en (creo) La zona muerta fuera luego destripado en Cujo (u otra ligazón parecida).
Al menos, acaba (razonablemente) bien y no muere (demasiada) gente.
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