Hasta la misericordia divina, que es infinita, requiere por parte del pecador un acto de contrición, un arrepentimiento. Algo parecido debería ocurrir aquí abajo, en la Tierra.
Pero parece
que no: el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer parece
dispuesto a perdonar a los golpistas condenados, cuando éstos no es que no
muestren el más mínimo signo de estar arrepentidos, sino que dicen por activa,
por pasiva y por perifrástica que están dispuestos a volver a cometer los
mismos actos.
Algo que
ya hacen sus compinches del gobierno regional, que desafiando al Tribunal
Supremo han vuelto a conceder el tercer grado a los encarcelados.
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