Los malvados suelen, en general, no ser demasiado inteligentes. O tender a pasarse de listos, lo que viene a ser lo mismo. Es decir, que para cualquiera que preste atención a lo que dicen y tenga cierta habilidad en el manejo de las palabras -como, inmodestamente, es mi caso-, resulta relativamente sencillo pillarles en un renuncio, o hacerles decir justo lo contrario de lo que pretenden.
Ocurre
con suciolistos, neocom -los paleocom son ligeramente
menos zoquetes (tampoco hay que correr demasiado), pero tampoco como para tirar
cohetes-, golpistas y terroristas. Y también ocurre al Sur del Estrecho
de Gibraltar, allí donde un tirano, ambiguo cuando menos según las malas
lenguas, oprime a su pueblo mientras no llega a la suela del zapato de su padre
en cuanto a inteligencia, aunque le anda parejo en falta de escrúpulos.
Porque
uno de los voceras del moro gurrumino ha dicho, pretendiendo atacar la
integridad de España y volviendo sobre la monserga tantas veces repetida, que
Ceuta y Melilla son marroquíes, como el Sáhara. No se da cuenta de que,
aunque poseen el territorio de la antigua provincia española, no son sus
propietarios legítimos. Por lo tanto, el Sáhara no es, de iure,
marroquí. Lo mismo que las dos ciudades autónomas.
Es decir, nada en absoluto.
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