Poco a poco voy reduciendo la demora desde que un libro ingresa en mi biblioteca hasta que me lo leo. En este, por ejemplo, sólo han pasado quince meses. Aunque teniendo en cuenta que a no demasiada distancia está una monumental biografía de Churchill, y que en cierto modo estoy haciendo trampas -reteniendo los libros de The Expanse o los de la segunda trilogía de Thrawn hasta tenerlos todos-, a no mucho tardar las cosas no pintarán tan bien.
Centrándonos
en la novela escrita por Pérez-Reverte sobre Rodrigo Díaz de Vivar, decidí
adquirirla (o que me la adquirieran, ya que fue un regalo de cumpleaños)
por las buenas críticas que había recibido. Sin llegar a considerarla una obra
maestra -tirando de memoria, diría que mi novela favorita de Pérez-Reverte es El maestro de esgrima-, debo reconocer que está bien escrita y que entretiene.
Sin
duda, el autor ha tirado de su experiencia como periodista de guerra para
mostrarnos, en cuatro cuadros -el destierro, el servicio al rey moro de
Zaragoza, la adquisición de Babieca y la obtención de la Tizona-, apenas un
lustro de la vida del soldado castellano que entró en la Historia con poco más
que la fuerza de su brazo.
Pérez-Reverte, como digo, tira de experiencia, y no endulza para nada las escenas de batalla. En poco menos de cuatrocientas páginas, moros y cristianos mueren, y no de forma precisamente agradable, aunque tampoco recreándose en las descripciones. No podía faltar la típica escena subidita de tono, imprescindible al parecer en los tiempos que corren por aquello del realismo o la veracidad. Escena que, sin embargo, no tiene repercusión alguna una vez ha sucedido.
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