El asunto del espionaje a los secesionistas catalanes estalló hace cosa de sólo un mes, pero han pasado tantas cosas en el ínterin que pareciera que han transcurrido meses, si no años.
En esta entrada me voy a
centrar en la defenestración de la directora del CNI, despedida por haber hecho
su trabajo. La encendida defensa que hizo de ella Madgadita era el mejor
indicio de que sus horas en el puesto estaban contadas. Es como con los entrenadores
de fútbol: si la directiva manifiesta vehementemente que cuentan con todo su
respaldo, es que se les está agotando el tiempo para buscar un nuevo trabajo.
El desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer nombró, para sustituirla, a
la mano derecha de la ninistra de Retiradas (tiene tantas manos
derechas esta individua que me recuerda a aquella portada dibujada por Todd McFarlane en la que Spiderman aparecía con dos manos derechas, o izquierdas,
pero dos del mismo lado). Naturalmente, el cambio de ficha no satisfizo a los
miembros de la coalición Frankenstein; los neocom pretendían una
comisión y desclasificar documentos, mientras que los ierreceos y los Clicks
Unidos de Playmobil seguían con su mira enfocada en la titular del ninisterio.
Titular que algunos dicen que pergeñó jurídicamente la moción de
censura que hizo que el psicópata de La Moncloa pasara a detentar el poder,
pero que a la hora de dar explicaciones parece haber retrocedido a aquella
época en la que, siendo secretaria de Estado de Interior, más que imponer
respeto lo que hacía era provocar la risa. Porque se empeñaba en que no se había producido un cese, sino una sustitución (al parecer ignora que, para sustituir a alguien, ese alguien tiene que irse... o que le echen), a pesar de que, ante la negativa
de la todavía directora a presentar su dimisión, el consejo de ninistros
tuvo que destituirla.
Tanto es así, que el desgobierno asumió que el cese tenía otras connotaciones que no hace falta verbalizar. Clásico ejemplo de calladitos están más guapos, y de hay silencios estentóreos.
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