Quizá para cuando publique esta entrada (la incorporo a la cola a finales de Abril), el psicópata de La Moncloa no es más que un mal recuerdo; o peor, la deriva autocrática y liberticida de su persona y del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer hace que ya no se puedan siquiera plantear críticas como las mías.
Naturalmente, cuando
publico la entrada, no ha pasado ni una cosa ni la otra (mes y medio es poco
tiempo… o no, recordemos esos Diez días que estremecieron el mundo), y
las cosas siguen como estaban: es decir, mal tirando a peor.
A lo que iba. Cuando un
país, partiendo de una situación democrática (perfecta o imperfecta, aunque la
democracia perfecta creo que no existe, porque no es operativa en el mundo
actual), emprende una deriva hacia la autocracia, los demás países suelen decir
que eso, en sus respectivos estados, no podría ocurrir. Generalmente tienen
razón… hasta que ocurre.
Viene todo este rollo a Venezuela
y España. Tras la llegada de Chávez al poder, el gorila rojo desarrolló
una serie de medidas que, partiendo de la democracia (al menos, formal), han
llevado al país a convertirse en una dictadura (lo mismo que pasó con la Alemania
nacionalsocialista en los años treinta del siglo pasado). Cuando las cosas se
contemplaban desde España, el comentario habitual era, como he dicho, eso
aquí no puede pasar.
Pero tras la llegada del
desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, uno ya no es
tan escéptico al respecto. Si Hacienda, imitando al gobierno regional vasco,
pretende que comercios y bares envíen en tiempo real los recibos de compra que emitan al cliente, y que los recibos lleven integrado un código QR para que el
cliente pueda comprobar si la transacción ha sido declarada a Hacienda. Un gran
hermano en toda regla, vamos. Por otra parte, el ninisterio de Mortandad
quiere que los ciudadanos consuman menos alcohol en los bares y que los propiosnegocios contribuyan a ello.
Todo muy democrático, todo muy altruista…
todo muy dictatorial. Soy abstemio (suelo decir que bastantes tonterías digo ya
sobrio), pero casi estoy inclinado a ponerme a trasegar alcohol, siguiendo la doctrina
Mafalda.
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