Dice el viejo refrán castellano que antes se coge a un mentiroso que a un cojo. Y esto es cierto aunque el cojo tenga fama de inteligente, de eminencia en lo suyo.
Tomemos el ejemplo de la
ninistra de Carestía, Nadie Peludiño. Venía de Europa con la
etiqueta de ser alguien respetado en los círculos comunitarios; la voz de la
razón en un gabinete lleno de sectarios y nulidades… sectarismo y nulidad
que han ido a más cuando se convirtió en el desgobierno socialcomunista que
tenemos la desgracia de padecer.
Pero es que un
socialista español -no digamos ya un comunista- es, ante todo, sobre todo y por
encima de todo, socialista. Todo lo demás -la verdad, la honradez, la eficacia,
hasta el buen nombre de los demás- lo supeditará a esa ideología asesina y
ladrona, que nada bueno ha hecho desde que nació, hace ya casi dos centurias.
Y si la susodicha culpa
a las estaciones de servicio de la subida de precios de los combustibles, e
insinúa que son ellas quien se queda con la subvención de los veinte céntimos
-subvención que, no conviene olvidarlo, viene del dinero público, es decir, del
de todos: nos están dando de lo que antes han rapiñado de nuestros bolsillos,
la realidad es que los gasolineros se endeudan mientras el Gobierno se forra a impuestos.
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