Izquierdistas españoles y secesionistas regionales tienen muchas cosas en común. Hasta se podría decir que son dos caras de la misma moneda.
Una de esas
circunstancias coincidentes es que escasamente coinciden con la verdad, salvo
cuando califican a sus compinches ideológicos. Cuando el psicópata de La
Moncloa, por ejemplo, dijo que no dormiría tranquilo con Junior en el
consejo de ninistros probablemente decía la verdad. Simplemente omitió que
el insomnio no le preocupara mientras tuviera que pasar las noches en vela en
la sede de la presidencia del gobierno.
Del mismo modo, el ierreceo
de apellido que le retrata a la perfección probablemente no habrá dicho una
verdad más gorda que cuando llamó tarado a Cocomocho por
proclamar la independencia.
Esa que duró menos de un minuto, o casi.
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