Al parecer, como en toda ciudad costera -aunque en Madrid también las hay, vaya usted a saber por qué-, en Barcelona abundan las gaviotas. Parece que son, como las palomas -las verdaderas ratas con alas, y no los murciélagos-, unos bichos bastante chulos pero, además, agresivos. Por lo que dice la noticia, han elegido los alrededores de los cementerios como zona de nidificación, y se dedican -además de a zamparse palomas-, a atacar a quienes van a visitar las tumbas de sus seres queridos.
Ante esta circunstancia,
el ayuntamiento dirigido por la bruja Piruja ha elegido la solución más
fácil (para ellos, claro), que es recomendar no visitar los cementerios en las
horas centrales del día y llevar un paraguas. No para evitar el calor en el
primer caso y protegerse de sus rayos en el segundo, sino porque es cuando las
aves -que el artículo califica alternativamente de carroñeras y palmípedas,
cuando ni una cosa ni la otra responden a criterios taxonómicos, sino que se
trata de caradriformes- son menos activas.
La solución evidente
sería reducir la población a unos límites razonables, pero… está prohibido
hacerlo, al igual que ocurre con las cotorras argentinas en Madrid, un
verdadero incordio.
También es verdad que aprovecho lo que sea para atizar a neocom, separatistas o, como en este caso, los que son ambas cosas a la vez. Pero es que lo ponen taaaaaaaaaaan fácil...
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