La escalada en el conflicto provocado por la invasión rusa de Ucrania va en aumento. Al menos, la escalada verbal. Hace una semana, el psicópata del Kremlin amenazaba a Estados Unidos con declararle la guerra si seguía armando a Kiev.
Ha sido en el momento de
ponerme a escribir esta entrada cuando he caído en la diferencia que presenta
esta situación con la de hace casi noventa años. Me refiero, claro está, a los
sucesivos avances que realizó la Alemania nacionalsocialista antes de que
estallara definitivamente el conflicto.
El del bigotito ridículo
cogía lo que quería; luego, afirmaba que no pretendía coger más; y volvía a
repetir la jugada, una y otra vez, hasta el 1 de Septiembre de 1.939. Es decir,
no amenazaba con golpear, sino que golpeaba. Y cuando estalló la guerra, avanzó
con decisión, primero hacia el Oeste y luego hacia el Este.
Putin, en cambio, se ha
visto detenido a las primeras de cambio (a las segundas, si tenemos en cuenta
Crimea), y no hace más que amenazar, pero no acaba de dar un nuevo golpe. ¿Va,
quizá, de farol? Esperemos que sí.
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