Cuando la izquierda española es atrapada cometiendo delitos -lo cual sucede con relativa frecuencia, aunque menos de lo que deberían por la cantidad de infracciones del ordenamiento jurídico que perpetran-, siempre tiene una excusa que sacarse de la manga.
La más alejada de la
realidad es la de que una persona de izquierdas es genéticamente incapaz de
cometer un delito. Luego viene el defender que se trata siempre de casos
aislados, aunque esos casos tan aislados sean generales y alcancen hasta a
los familiares más próximos de las más altas instancias del partido a nivel
nacional.
La última ha sido la del hermano de Timo Puch, que tras admitir que duplicó facturas para obtener subvenciones, ha negado haber cometido fraude y echa la culpa de todo al gobierno regional -es decir, a su hermano- por no advertirle.
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