De los delitos que no atentan contra la vida, probablemente la violación sea el más repugnante, y más aún si los delincuentes actúan en cuadrilla. Pero de ahí a considerar que en algún momento de la Historia -y más de la reciente- ha habido una cultura de la violación, o a preguntarse (esperemos que retóricamente), como hace la delegada en Valencia del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, que qué nos está pasando a los hombres, media un abismo. ¿En qué mundo se crio y en qué mundo cree que vive esta señora?
Aunque, hablando de
culturas de violación, la que practicaron los correligionarios de esta señora -entendiendo
este término en el sentido marxista (de Julius, no de Carlos)- al final de la Segunda
Guerra Mundial, en el avance hacia Berlín desde el Este.
A lo mejor, lo que nos
pasa a los hombres es que, por una confluencia entre una legislación sectaria y
un pensamiento dominado por lo políticamente correcto, se nos considere
automáticamente como delincuentes y culpables, mientras que se niega
sistemáticamente la existencia de denuncias falsas -algunas con fines tan espurios
como el de conseguir la residencia legal en España- y se oculta las violaciones
grupales perpetradas -estas sí de verdad- por extranjeros, con frecuencia musulmanes.
Esos sí que viven en una cultura de la violación, machista y xenófoba, señora delegada.
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