Los apologetas -y los tontos
útiles, que también los hay- del islam suelen definirlo como religión de paz.
En realidad, los discípulos de
Mahoma son los únicos, de las tres religiones del libro -y, hasta donde
se me alcanza, de cualquier religión del mundo-, que iniciaron su expansión por
la fuerza, a sangre y fuego. El judaísmo nunca ha mostrado mayor interés por expandirse
más allá de Israel, y el cristianismo, si bien ha tenido épocas en las que
expandió por las malas (la espada y la cruz, ya se sabe), no empezó así
y, en la actualidad, tampoco lo hace. Los musulmanes, en cambio, empezaron a
expandirse con la violencia, primero de Medina a La Meca, luego a toda Arabia
y, posteriormente, al Norte de África, la península Ibérica… De hecho, sólo dejaron
de expandirse cuando se les detuvo, fuera en Covadonga, en Poitiers o en Viena.
Y, en la actualidad, es
prácticamente la única religión cuyos fieles invocan su fe para justificar
atentados terroristas. Ojo, que no digo que la mayoría de los musulmanes sean
terroristas, pero sí que la mayoría de los terroristas religiosos son
musulmanes.
Por otra parte, muestran gran
intolerancia hacia -entre otros colectivos- los apóstatas o los (según ellos
blasfemos). Pero, incluso en esto, hay diferencias. Salman Rushdie vive con la
carga de una fetua lanzada por el ayatolá Jomeini, que de hecho supone una
amenaza de muerte que pende constantemente sobre su cabeza, como demuestra el
atentado que sufrió en Agosto de 2.022.
En cambio -y aquí quería yo
llegar-,Wallace Fard Muhammad, fundador de la Nación del Islam, era el
mismísimo Alá, al decir de Elijah Muhammad, que le sucedió. Al parecer,
escribir una novela o hacer unos chistes resulta mucho más grave que
proclamarse la encarnación de la divinidad.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!