La hiprogresía consiste en predicar para los demás lo que no se quiere ni en pintura para uno mismo.
Reparto de la riqueza, sí, pero
la de los demás. Limitación de los sueldos altos, sí, pero para los demás. Prohibición
de vivir en casoplones, sí, pero para los demás. Aborto, sí, pero para los
demás. Acoso a los políticos incluso en su vivienda privada, sí, pero a los
demás. Y ocupación libre y gratuita de las viviendas ajenas, sí, pero la de los
demás.
Cuando es la propia la que
ocupan, el hiprógrita acudirá a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado
-esos a los que, en otro caso, denostaría como brazo armado de los poderes
establecidos- para que expulsen a los delincuentes de su casa.
Lo que ya es el colmo de lo abracadabrante es el hecho de que un ocupador haya recurrido a la policía nacional… cuando otros ocupadores intentaron echarlo de la casa que ocupaba.
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