No deja de ser una casualidad -nótese la ironía, por no decir sarcasmo- que cuando afloran casos de corrupción en una institución tan respetada y respetable como es la Guardia Civil, es el partido de los de la mano y el capullo el que está en el poder.
Ya pasó con Luis Roldán, primer
civil a cargo de la Benemérita, al que dicen algunos que estaban pensando en
promover a ministro del Interior cuando saltó el escándalo de su corrupción. Ha
vuelto a pasar con la penúltima directora general del instituto armado: si bien
los casos de corrupción son anteriores a ocupar el puesto, se extienden más
allá de su persona, hasta su familia política.
Y en una plasmación del aserto
marxista -por una vez, de Carlos y no de Julius- de que la historia ocurre
dos veces, la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una
miserable farsa, ahora nos enteramos de que el ninistro Pequeño
planeó ascender a la cúpula de la Guardia Civil al general implicado en el caso
tito Berni.
Parece que, para medrar con los socialistas,
ser corrupto no es imprescindible, pero ayuda, y mucho… hasta que te pillan.
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