Uno de los rasgos más relevantes del partido de la mano y el capullo es atribuir a los demás aquellos defectos de los que ellos mismos adolecen. Y entre ellos, siendo uno de sus rasgos más conspicuos, se encuentra la corrupción.
La izquierda española suele
referirse al PP como el partido más corrupto de España (o, incluso, de
Europa). Sin embargo, tal cosa no es cierta: por historia, por número de casos
y por el monto de dinero implicado, el PSOE le da ciento y raya, no sólo a los
del charrán, sino a todos y cada uno de los partidos que hay en España (y mira que
los partidos catalanes son corruptos hasta el tuétano).
A mitad del mes pasada, en un
solo día, tres noticias saltaron a los titulares. Tres noticias que pusieron de
manifiesto que, si hay un partido corrupto hasta la médula, ése es el fundado
por Paulino Iglesias Posse.
La primera noticia fue que, a dos
meses de las elecciones regionales, la alcaldesa socialista de Móstoles había sido procesada por corrupción. Naturalmente, el partido no la había expulsado.
La segunda noticia fue que la justicia
confirmó que el grupo del hermano de Timo Puig había montado un cártel para lograr ilegalmente contratos públicos. Todo queda en familia.
La tercera noticia fue que la Fundación
Internacional Iberoamericana, dependiente del desgobierno socialcomunista que
tenemos la desgracia de padecer, había ordenado una investigación interna para
eliminar cualquier resquicio de duda y actuar en consecuencia, a pesar de
que los procedimientos de la Fundación son robustos y el compromiso con la
transparencia es absoluto. Tanto, que siguen aflorando contratos en los que se encontraba implicado el general investigado por el caso del Tito Berni.
Y todo ello, en horas veinticuatro…
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