El problema del llamado socialismo real es que muestra realmente lo que ocurre cuando aplicas al mundo real (me repito, lo sé) las recetas teóricas de los epígonos de Marx. Y lo que ocurre es que se produce el desastre: inevitablemente, sin paliativos, sin matices.
Una de las pamemas de la izquierda
podría resumirse en sí a lo público, no a lo privado. Y eso no puede
ser. No sólo porque no hay fondos suficientes para que el sector público preste
todos los servicios que actualmente son, aisladamente o en concurrencia,
prestados por la iniciativa privada. Hay casos en los que la iniciativa privada
puede prestar esos servicios mejor -más eficaz y económicamente- que la
pública.
Sin embargo, los neocom -y
los de la mano y el capullo, por contagio- siguen, erre que erre, con su
matraca. Como la de rescindir los conciertos en materia sanitaria, lo que
produciría como consecuencia que las listas de espera aumentarían en setenta y
cinco días, y el gasto público en dos mil setecientos millones.
Pero ellos no dejan que la realidad les estropee un buen (mal) dogma ideológico.
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