Nunca he entendido esa manía que le ha entrado últimamente a los presidentes de asambleas legislativas -en general, cuando son de partidos de izquierdas- de retirar del diario de sesiones de la cámara según qué palabras o expresiones.
Máxime, en estos tiempos en los
que todo se graba y todo se retransmite. Además, que si lo dicho es cierto, por
mucho que ofenda al ofendido -a nadie le gusta que le canten las verdades en su
cara cuando esas verdades son desagradables-, seguirá siendo cierto por mucho
que se retire.
Cayetana Álvarez de Toledo definió
al Chepas como hijo de terrorista. El hijo del terrorista se
molestó, por más que, en el pasado, hubiera alardeado de que su padre militó en
una organización terrorista (ergo fue un terrorista, lo cual no implica que
cometiera delitos, de sangre o no). La presidente del Congreso de los
Diputados, dado que la hispanovenezolana no retiró sus palabras, decidió
retirar la expresión del diario de sesiones de la cámara. Ahora, el Tribunal Prostitucional
ha avalado esa decisión. Pero Junior sigue siendo el hijo de un
terrorista, le guste o no.
Que le gusta, pero no que se lo recuerden en público, y menos los de la bancada de enfrente.
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