Como he señalado más de una vez, en las raras ocasiones en los que una institución tan honrada, honesta y honorable como la Guardia Civil se ha visto implicada en casos de corrupción, por activa o por pasiva, ha sido cuando detentaba el puesto de director general alguien nombrado por los de la mano y el capullo.
Ocurrió con Luis Roldán, y ha
vuelto a ocurrir con María Gámez. Pero aquellos eran otros tiempos, y el
entonces ministro del Interior, Antonio Asunción, tuvo la gallardía de dimitir
(por iniciativa propia o de llamémosle Equis).
Ahora no: los familiares de la
directora general de la Benemérita duplicaron facturas para sextuplicar los gastos a cobrar de la Junta de Andalucía (entonces califato socialista), y el ninistro
Pequeño no dimite. El marido de la susodicha falsificó firmas para multiplicar los contratos públicos, y el ninistro Pequeño no dimite.
Porque, si dimite, el psicópata
de La Moncloa se queda con el tafanario al aire.
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