Las personas tienden a pensar que los demás son como ellas: los buenos, que la gente es buena; y los ruines, mezquinos y miserables, que los demás son de su misma condición.
Es decir, que si alguien se mueve
por el dinero, y todo es cuestión del precio que le ofrezcan, creerá que los
demás tienen idéntica motivación, y que si se les ofrece lo suficiente harán lo
que uno quiera.
O sea, que si el mismo día que
anunciaba -saltándose todo el procedimiento establecido- la convocatoria de
elecciones generales, el psicópata de La Moncloa puso al desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer a aprobar un megaplan de propaganda de cuatrocientos cuarenta millones de euros, es porque piensa que,
si se machaca suficientemente al sufrido electorado, éste les votará en lugar
de botarles.
Los hay que no aprenden…
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