Los ecologistas sandía -verdes por fuera, rojos por dentro- son esos urbanitas que no han estado en el campo en su vida, y que si lo han visto es en fotografía. A pesar de lo cual se permiten pontificar sobre agricultura, ganadería, caza, pesca y, en general, conservación del medio ambiente como si supieran de lo que hablan.
Y cuando alcanzan puestos
importantes en la burrocracia europea, o pueden influir en la misma, promueven
normas como la sedicente ley de restauración de la Naturaleza, norma que
perjudicará a los agricultores, ganaderos y pescadores de la Unión Europea
-que, recordemos, nació como un modo de impulsar la economía del viejo
continente, algo que parecen haber olvidado- y que beneficiará a las
importaciones de terceros países.
Como pegarse un tiro en el pie. En el nuestro, claro.
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