El Tribunal Constitucional, previsto en la Constitución de 1.978, nació a comienzos de la década siguiente. Casi enseguida recibiría el mote de prostitucional, dado que se estrenó avalando la expropiación de Rumasa por la vía del real decreto, cuando la propia constitución dispone que debe hacerse por ley.
Desde entonces, como casi todo en
España, se ha visto sometido a la partitocracia imperante. Más cuando gobierna
la izquierda, porque tiene menos complejos, y de modo más descarado.
Sin embargo, en esto, como en
tantas otras cosas, el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de
padecer ha llevado las cosas más lejos que nunca (y ya es decir del partido que
proclamó el entierro de Montesquieu, esto es, de la división de poderes), y
comandado por un fiscal que defendía que las togas deberían mancharse con el barro
del camino -dado que hablaba de terrorismo, la parte líquida de ese barro
probablemente fuera sangre- ha tomado decisiones que, como dijo la madre de Joseba
Pagazaurtundua, hielan la sangre…
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