Como he dicho unas cuantas veces -este blog no deja de ser una repetición de lugares comunes… comunes míos, al menos-, un socialista español es ante todo, por encima de todo y siempre, socialista.
Es decir, que si le pillas en un
renuncio podrá decir algo decente y respetable, pero en cuanto se dé cuenta
volverá a la obediencia lacayuna al partido, aunque con la boca pequeña lance
pellizquitos de monja.
Pasó con Alfonso Guerra, que
ahora critica lo referente a la sumisión del psicópata de la Moncloa a las
exigencias de los secesionistas catalanes, pero olvida convenientemente que
votó a favor del sedicente y sedicioso estatuto catalán.
Y pasa con José Borrell, que se
puso en la cabeza de la manifestación tras (contra) el butifarrendum II,
pero que ahora secunda servilmente la postura de Sin Vocales al situar
en el mismo nivel los atentados palestinos del 7 de Octubre pasado con la
respuesta de Israel a los terroristas.
Nada sorprendente que parte de los asistentes al discurso se levantaran y se marcharan.
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