Los autócratas, y el psicópata de la Moncloa lo es, aspiran a controlarlo todo. Ya dejó bastante claro en aquella entrevista televisada que tenía un concepto patrimonialista del poder más acusado de lo que es habitual entre los de su partido, que ya es decir.
Pero a pesar de haber convertido
a la cabeza del Ministerio Público en el fiscal particular del desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, y del principio de jerarquía
que impregna el ámbito de la Fiscalía, todavía no las tiene todas consigo.
Por eso ha ordenado una segunda oleada de control de la fiscalía, con una lluvia de puestos ideológicos afines
a lo que llaman progresismo, es decir, a sus ideas.
Muy seguro no debe de estar -o
muy bien debe saber que lo que está haciendo está muy mal- para querer cubrirse
así las espaldas.
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