La izquierda, al menos la española, sólo tiene un modelo de política económica: exprimir todo lo posible a los contribuyentes, sean particulares y empresas, y luego gastar ese dinero a manos llenas, sobre todo en ellos mismos y en sus amiguetes, dejando algo para la compra de voluntades. Es decir, que están tan convencidos de (la falta de) las bondades de su proyecto ideológico, que se dedican a sobornar a la gente para que les vote.
Sin embargo, hay quienes se
cansan y ponen pie en pared. Naturalmente, esto no lo hacen los particulares,
que se encuentran inermes ante el poder cuasi omnímodo del aparato público, ni
tampoco las pequeñas empresas. Sí lo hacen las grandes empresas, que tienen
fuerza suficiente para echar un pulso al desgobierno socialcomunista que
tenemos la desgracia de padecer, y tener ciertas esperanzas de mantener el
tipo.
Así, el gabinete del psicópata de
la Moncloa se estaría replanteando el impuesto extraordinario a las energéticas
después de que Repsol y Endesa hayan advertido que, de continuar este tributo,
podrían sacar importantes inversiones fuera del país. Como serán las cosas que Sin
Vocales lo ha reconocido en una entrevista… donde, como es incapaz de
hablar sin mentir, alardeó de los sólidos fundamentos económicos de los
que goza España, de que vamos a cerrar como la principal economía de la zona
euro y la Unión Europea, dijo que se ha creado más de medio millón de
empleos y que España tiene tasas de paro juvenil bajas, relativamente
altas respecto de otras economías europeas, pero reduciéndose. Resumiendo, y
en politiqués, dijo que estamos en esa fase de trabajo de rediseño
para ver cómo podemos también incentivar proyectos industriales.
No subiendo impuestos, panda de chorizos: no subiéndolos.
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