Teóricamente, el marxismo predica la redistribución de la riqueza. Generalmente suele ser la riqueza de los demás, no la propia, porque a poco que te descuides los gerifaltes comunistas viven en unos casoplones que ya los quisieran para sí los plutócratas capitalistas.
En la práctica, los marxistas son
tan materialistas, avaros y tacaños como el que más. No están dispuestos a
repartir, ni siquiera con los que son de su cuerda si esos co-cordeleros
se apartan, siquiera sea ligeramente, de la ortodoxia, es decir, de lo que dice
la cúspide de la pirámide de mando.
Y es por eso que los cocuquistas
han apelado al pacto antitransfuguismo -ese pacto que, como todos, cualquiera
que puede lo olvida cuando le conviene- para dejar sin dinero a los cinco
diputados neocom que se han pasado al grupo mixto.
Que se han pasado, entre otras cosas, porque allí cobrarán más.
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