Como católico, debo respeto y obediencia al obispo de Roma, primado de la iglesia y sucesor de Pedro. Así que quizá no sea demasiado buen católico si -entre otras cosas- me dedico a calificar de papanatas, paparracho o papagayo al actual ocupante de la sede petrina.
Vaya en mi descargo que lo hago sólo cuando habla de cosas mundanas, no
cuando emite declaraciones en materia de Fe. En tales casos podrá gustarme más
o menos lo que diga o deje de decir, pero deberé callar y obedecer.
Pero si se mete en cuestiones de política internacional, la cosa
cambia. Y si es desmentido por un gobierno democrático, como cuando Bergoglio dio
por buena la noticia de que un francotirador del ejército israelí había matado
a dos feligresas que se encontraban en una iglesia de Gaza, y el gobierno de
Israel tuvo que desmentirlo, con datos objetivos y verosímiles.
¿Cómo se llama al que repite las cosas sin pensar? Pues eso.
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