En cuestión de política, defiendo la necesidad de que en la derecha haya gente como Cayetana Álvarez de Toledo o Rafael Hernando (ojo, que no digo que los dos sean iguales). Gente que llama al pan, pan; al vino, vino: a los hijos de terroristas, hijos de terroristas; y a las parejas de políticos, parejas de políticos.
Y defiendo tal necesidad -defensa
que no todos mis conocidos comparten- porque hay veces en que la única manera
de que los izquierdistas, los secesionistas y los terroristas acusen el golpe
es rebajarse a su nivel dialéctico. Que ese restregarles las verdades por la
cara -aunque sin perder las formas- les molesta es algo evidente por cómo reaccionan.
Pero eso es una cosa, y faltar a
la verdad es otra. Por muy despreciables que me resulten las actitudes de
algunos políticos socialistas concretos, meter a la familia -cuando la familia
no está metida en política- es inaceptable. Y si encima se recurre a mentiras,
falsedades y tergiversaciones, peor todavía.
En realidad, ya tienen bastante
mierda encima. No hace falta inventarse más.
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