Una de las cosas que, con cierto fundamento, la izquierda achaca a la derecha (léase: al Partido Popular) es que no accede a la renovación del Consejo General del Poder Judicial, que lleva en funciones cinco años, es decir, un mandato completo.
Acusan al partido de la calle Génova
de incumplir la Constitución, lo cual es cierto… aunque también es cierto que,
si no se ha renovado, es porque la izquierda no ha cedido ni un ápice. Y la
razón de este empecinamiento recíproco es la misma: de hacerse la renovación en
los términos vigentes -los que, hace casi cuatro décadas, estableció la
malhadada norma que hizo que Alfonso Guerra dijera aquello de Montesquieu ha
muerto (y todavía hay quienes le
toman por un adalid de la democracia… será de las llamadas populares,
porque de las liberales, nasti de plasti), norma que ningún gobierno de
derechas ni de izquierdas se ha molestado en cambiar, aunque tuviera mayoría
absoluta en el Congreso… sí, palo a los del charrán-, el consejo entrante
estaría bajo el control de los de la mano y el capullo (es decir, del psicópata
de la Moncloa), que es lo que ellos pretenden y lo que el PP busca evitar.
Por eso, es bueno que el PP abandone el
maricomplejinismo y ponga pie en pared, endureciendo las condiciones para renovar el órgano de gobierno de los jueces tras las presiones de Sin
Vocales, y le reclame garantías de que se cambiará la ley porque no
se fían del primer ninistro del desgobierno socialcomunista que tenemos
la desgracia de padecer.
Pues ya pueden esperar sentados…
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