Hubo una época en la que la pujanza industrial, y la riqueza, se concentraban en Europa y, más concretamente, las Islas Británicas.
Sin embargo, nada dura para siempre. El Imperio
Británico decayó, sus industrias también, y marcas emblemáticas fueron adquiridas
por empresas extranjeras. Primero, europeas y americanas: así, Land Rover fue adquirida
primero por BMW y luego por Ford; Rolls Royce, por BMW; Aston Martin, por Ford;
Bentley, por Volkswagen; Lotus, por General Motors; Mini, por BMW; y Jaguar,
por Ford.
Pero, posteriormente, algunas de estas marcas
fueron adquiridas por empresas asiáticas (poderoso caballero es don Dinero): Lotus,
primero por la malaya Proton y actualmente por la china Geely; MG, por los
chinos SAIC; y Land Rover y Jaguar, por la india Tata Motors.
El problema de todo esto es que quienes
tienen el dinero no siempre (de hecho, casi nunca) tienen la sensibilidad
que el pasado de la marca requiere… y obliga a los directivos a hacer piruetas
dialécticas verdaderamente llamativas. Es lo que ha ocurrido precisamente con
Jaguar, que ha eliminado al gran gato de su marca y ha lanzado una campaña de
publicidad que no muestra un sólo automóvil y se limita a una serie de imágenes
de personas de sexualidad indefinida y vestimenta colorida poco acorde con la
imagen que tradicionalmente ha acompañado a los usuarios de la firma británica.
Tal campaña ha provocado críticas y burlas en las redes sociales, lo que ha hecho
que el gerente general declarase que tales críticas no eran más que vil odio e intolerancia.
Lo de siempre: si criticas cualquier cosa que haga un progre, eres un regre.
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