El adjetivo miserable tiene, al menos, dos sentidos que se me ocurran así, a bote pronto. El primero, el ser un sujeto de bajos instintos, traidor y tal; el segundo, el ser alguien rácano, agarrado, de la cofradía del puño cerrado. A mi modo de ver, ambos sentidos le son aplicables a la pareja del psicópata de la Moncloa.
Y es que no sólo se montó (o hizo que le
montaran (un chiringuito en la Complutense cuando carecía de la más mínima
cualificación para ello (primer sentido), sino que la página web de la
sedicente cátedra de transformación social competitiva (aquí la única
que se transformó fue la susodicha) desapareció en Septiembre por impago
de la interfecta.
Si cuando digo yo que no se puede ser más rácano…
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