Decían de Lope de Vega, al hilo de su fecundidad literaria, que más de ciento, en horas veinticuatro/pasaron de las musas al teatro. Lo de la sucursal madrileña de los de la mano y el capullo no ha ido tan deprisa, pero casi casi.
Porque un Martes la noticia era que Lobito
no dimitía y plantaba cara al linchamiento orquestado desde Ferraz -es decir,
desde Moncloa: si tradicionalmente han tendido a confundir partido y gobierno,
con el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer,
comandado por el psicópata de la Moncloa, la cosa ha llegado al paroxismo-,
incluso poniéndose digno y diciendo que si lo que se me dio desde Moncloa era falso, sería grave. Pero ¡alma de cántaro!, si un socialista -y más éste-
no coincide con la verdad sino por equivocación…
Y sólo dos días después, el Jueves, Lobito
presentó su dimisión como secretario general de los suciolistos madrileños.
Algunos quisieron presentar su salida como digna. En la sucursal madrileña de Génova,
en cambio, se atuvieron más a la realidad -admito sesgo de confirmación- y
sentenciaron que había cometido graves delitos.
Porque, como solía decirle a mi padre, que Hitler fuera un monstruo no convierte a Stalin en un santo…
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