De un tiempo a esta parte hay muchos apocalípticos que proclaman que estamos en el fin de una era, en un gozne de la Historia… y que dicho cambio se refiere no sólo al aspecto social o político, sino también al climatológico.
En cualquier caso, tanto en un caso como en
el otro, las cosas suceden como a la rana a la que se sumergió en un perol de
agua fría puesto al fuego: de manera gradual, de modo que no nos damos cuenta
de los cambios hasta que éstos se han producido. Es decir, que las cosas no
cambian de un día para otro: Roma no cayó en un día… aunque la Rusia de los
zares sí (más o menos).
Porque la vida humana, incluso en una época
como esta en la que se aproxima al siglo, sigue siendo una unidad de medida
demasiado pequeña para usar como baremo de cambios a escala planetaria.
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